Chiquita Cabrona

Pastelera llena de opiniones intenta cambiar su mundo a punta de teclado.


Un te común, un café normal

Hace un par de semanas un amigo, barista y antiguo compañero, posteó esta reflexión en sus historias de Instagram y yo inmediatamente lo guardé para desarrollarlo. Porque esta es la piedrita en el zapato de todo el que trabaja en café de especialidad en Buenos Aires.

Eso sí, después de la descarga de la semana pasada, hoy vengo bastante más amable, creo.

Parece una tontería pero esta pregunta sencilla se puede poner muy existencial.

Cada persona tiene una idea diferente de lo que es un café normal y mirando hacia adentro ni siquiera podría elegir uno.

Un café normal podría ser ese café colado con leche en polvo y mucha azúcar que me hacía mi bisabuela.

Porque es el primero que conocí, el sabor con el que crecí y lo que se tomaba en la merienda en mi familia paterna, lo cotidiano, lo normal.

El café normal de mí casa, donde crecí, sería un filtrado de goteo, sin azúcar. Pero honestamente ese café nunca me gustó así que aunque es lo que se toma en muchísimas casas y oficinas, para mí ese café es ajeno y excepcional.

Entre 2019 y 2022 mi café normal era un espresso doble. Arrancaba todos los días con uno, estaba aprendiendo sobre café de especialidad y se volvió, por ese lapso de tiempo, la norma , la base, la rutina. Hasta que me dio colitis y tuve que dejarlo ir.

Hoy en mí vida no hay un café normal porque tomo mas té que otra cosa, pero un par de veces a la semana me hago un filtrado, si salgo a merendar con una amiga me tomo un flat white y de vez en cuando aun busco el relámpago interno que me da un espresso.

Lo que quiero decir es que «el café normal» es un concepto personal y dinámico y que esperar que un desconocido adivine mis gustos y rutinas se me hace bastante extraño.

Ésa es la otra frase célebre… La secuencia va más o menos así:

El cliente entra, mira a su al rededor buscando el menú, cuando lo consigue le da un vistazo de medio segundo, lo descarta con ademán de no tener tiempo para leer, infla el pecho y procede hacia la caja o el mesero para decir:
-Te pido un café

A lo que el mesero contesta:

-¿Que café le gustaría? tenemos…

– ¡Un café! un café normal…

Interrumpe el cliente gesticulando y el mesero respira profundamente para llenarse de paciencia antes de preguntar…

-¿ Cómo sería su café? ¿le gusta con leche o solo? Tenemos…

-¿Tantas Preguntas para un café?

Y lo que invariablemente está pensando ese mesero o barista o cajero es: ¡Si! ¡tantas preguntas!. Aunque no te lo diga porque su trabajo es sonreír y ser amable, pero es sumamente incómodo cuándo tu objetivo es complacer a alguien que no te deja.

Admito que la cantidad de opciones que podemos encontrar a la hora de pedir un café en una cafetería moderna (porque especialidad es otra cosa, vengan a pelear conmigo) es abrumante y rosa lo ridículo.

Y comprendo que para alguien que se escapa 15 minutos de la oficina para comprarse un cafecito y algo de comer, resulte poco práctico.

Pero esas opciones están ahí por una razón.

Te prometo que la vida del barista sería mucho mas fácil si solo tuviera tres tipos de bebida para preparar y todo el mundo tomara leche entera de vaca.

Pero como en gastronomía buscamos complacer y la tendencia es al servicio cada vez más personalizado y especializado. Ahora resulta necesario, hacer una mini entrevista al cliente antes de venderle una bebida, al menos cuando es un cliente nuevo y no esta familiarizado con el menú.

Porque si la orden es «un café» y el menú tiene diez diferentes, hay que empezar a descartar: ¿en que tamaño lo quieres? ¿con leche o solo? ¿te gusta suave o intenso? ¿leche entera, descremada o vegetal? y cada respuesta abre más posibles preguntas.

El objetivo es que el cliente obtenga la bebida que espera, una bebida que le guste y que quiera volver a comprar. Por eso nos tomamos el tiempo de preguntar todas esas cosas, no es para molestar, ni para hacerte sentir ignorante o fuera de lugar ni mucho menos.

No te enojes, te estamos cuidando, queremos que como cliente gastes tu dinero en una linda experiencia y no en una decepción, déjate atender.

Tomo el ejemplo del café porque es fácil y claro pero esto pasa también con el té y las tostadas como dice Álvaro y con la comida en general.

Está es una política esencial en la vida de mi novio que para mí gusto es innecesariamente rígida pero la entiendo, si hacer un sándwich con jamón y queso en casa, me toma menos de cinco minutos, nada de esfuerzo y una fracción del dinero, ¿para qué iría a comprarlo en una tienda?

Pues he ahí la cuestión, hay muchísima gente que va a una cafetería o restaurante con la expectativa de tener la misma experiencia que cuando come en casa.

Yo no soy quién para juzgar los gustos adquiridos y memorias afectivas de nadie, pero entiendo que cuando vas a un sitio especializado en cierta materia, el beneficio es obtener un producto de excelente calidad que de otra manera sería difícil experimentar.

Y si no estas abierto a experimentar, si estas conforme con lo que te es familiar y no te agrada la idea de cambiarlo, ¿para qué ponerte en esa situación?.

Yo no se si este fenómeno del «café normal» se deba a una baja autoestima o falta de amor propio, me parece que también hay muchísima pereza.

Creo que los clientes entran a un local bonito y esperan que todos se adapten a ellos por la bendita frase de «el cliente siempre tiene la razón». Y no se toman la molestia de siquiera preguntarse si les gusta realmente lo que están a punto de comprar.

Cuando se encuentran con las ya mencionadas preguntas protocolares y les invade un fastidio inmenso, esa es la prueba de que están en el lugar incorrecto.

Porque prefieren vivir en un mundo dónde solo haya un tipo de café, un tipo de té, un tipo de sándwich y la torta de siempre. Todo bien básico así no hay que estar pensando y reflexionando lo que soy y lo que me gusta, se compra lo que hay y ya está.

Es una actitud frente a la vida y es completamente válida, pero hay lugares para eso también. O está la opción de volverte cliente frecuente en un lugar que te guste y pedir siempre lo mismo para que nada más verte y sin mediar palabra, el mesero sepa tu orden. Sin preguntas.

Pero como yo por el contrario, soy una máquina formuladora de preguntas existenciales, no puedo evitar preguntarme si éste comportamiento es simplemente un tipo de personalidad o tiene algo su origen en alguna doctrina.

¿Será que de tanta proclama de socialismo se terminaron por lavar los gustos personales?

Eso si que da miedo y ojalá me equivoque, pero no me suena raro siendo latinos herederos, como somos, de infinitas dictaduras de izquierda o de derecha de ideologías radicales y la tradicional culpa católica. Que algunos hayan encontrado la comodidad en el conformismo y se estén privando por costumbre, o por norma de la posibilidad de escoger algo tan trivial como el sabor de un café.

O algo tan trascendental como los gustos personales, la propia identidad.

Les dejo ahí la espinita para reflexionar y me queda decirles una vez más que se atrevan a probar cosas nuevas, a dejarse sorprender y ya que están, a hacerse preguntas.

La próxima vez que los ataquen con preguntas en una cafetería, recuerden que lo que quiere el barista es hacerles un café rico y brindarles una experiencia agradable, ¡para eso están pagando!.

Como dice Álvaro, dense amorcito, déjense atender y por favor díganme ¿Qué es para ustedes un café normal?, ¿Les parece molesto que les pregunten cómo les gusta el café? ¿O el punto de la carne? , ¿Prefieren tomarse el cafecito en casa o en una cafetería?

Y la próxima vez que pidan un café recuerden que cada pregunta es una oportunidad de tener una experiencia deliciosa. ¡Tal vez estén a punto de descubrir su nueva bebida favorita!. Nos estamos leyendo, sobre café, gastronomía y preguntas existenciales.

Yours truly, Chiquita Cabrona.



2 respuestas a “Un te común, un café normal”

  1. jajajajaja hoy si me hiciste reír , no creo que sea tan existencialista la respuesta eso , pero si creo en primer lugar que la mayoría anda en automático , y para muchos no es importante y quita tiempo , muy cierto lo de darse amor , creo la mayoría ni se acaricia , en segundo lugar a veces la ignorancia y evitar la pena de no saber te hace responder así , hay mucha gente que se evita cosas para no demostrar que no conoce del tema , y otros que son tan cuadrados que se niegan a probar cosas nuevas …

    y si , mi café normal es negro y sin azúcar y lo amo con locura 🙌🏼

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    1. Si hay de todo, por eso es tan dificil la atención al cliente, hay que ser un poco amigos y un poco terapeutas de los clientes.. y es muy loco pero es verdad que hay gente que hace muchísimo no recibe una muestra de empatía

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¿Qué hago aqui?

Cuando me pregunto qué soy lo primero que pienso es: Soy pastelera. Aunque a veces me gustaría se cualquier otra cosa, pero no.. Me enamore para siempre.

Quiero que el mundo entienda que la gastronomía no es solo placer y glamour. Quiero que los cocineros entiendan que la gastronomía no es el mundo.

Ah si.. mido 1,54 y en la vida soy un amor pero en la cocina soy un pitbull :) (de ahí el nombre).

Acá vas a encontrar sobre todo reflexiones, pero lo que te quiero mostrar realmente, es que para que llegue un plato delicioso a tu mesa, un grupo de personas que piensan, sienten y desean tuvieron que juntarse, ponerse de acuerdo y esforzarse muchísimo para crearlo.

Mi deseo es darle visibilidad a la parte humana de la gastronomía y por eso me permito contarte cosas que me afectan personalmente, como mi vida amorosa, mis viajes o mi lucha contra la autocritica, ya que todo lo que me afecta, me influye o me cambia, se refleja en mi trabajo.
Porque antes de ser una pastelera emprendedora, soy Isabella.
Tu chiquita cabrona. 🩷

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